Bueno, antes que nada, lamento mucho postear la reseña hasta ahora, siendo que la había prometido desde hace 2 semanas, pero lo cierto es que me había faltado inspiración para sentarme frente a la pantalla y ponerme a escribir, y ya saben que sin inspiración, pues no surge nada.
Pues esta película, es del director Terrence Malick; quien seguramente no les sonará para nada, pero seguro sí han por lo menos escuchado de 2 de sus obras más “prestigiosas”, La Delgada Línea Roja y El Nuevo Mundo, y sí han tenido oportunidad de ver alguna de estas, entonces será mucho más fácil comprender la visión que tiene el director para presentar su nueva obra maestra, El Árbol de la Vida.
Esta película si bien no es cine comercial, y tengan por seguro que muchos sentirán un rechazo absoluto hacia ella, es una pieza que nadie que sea amante del cine de arte, se debe perder.
La película no cuenta una historia en si; ya que el director no tiene el menor interés en buscar entretener o enamorar al espectador. Lo que Malick propone en esta película, es su propia cosmovisión de la vida y la muerte; brindando una experiencia visual de principio a fin que impacta los sentidos.
No soy para nada una experta o crítica de cine, sólo hablo por mi experiencia personal y por la gran pasión que me mueve el séptimo arte; y por lo mismo, me atrevo a decir desde mi muy particular punto de vista, que esta es una película visualmente perfecta. Sin más explicaciones, el trabajo de fotografía que realiza el mexicano Emmanuel Lubezki es impecable, con una estética maravillosa, que provoca en el espectador una sensación de pertenencia.
Algunos analistas que la habían visto, decían que la película era una obra de enormes ambiciones, que trataba de conectar poéticamente al ser humano con los orígenes del universo, y que en su secuencia se buceaba en cuestiones metafísicas inescrutables y crípticas. Pero no hace falta ser un conocedor de conceptos metafísicos para disfrutar de esta película; basta con tener una mente abierta que nos permita apreciar esta visión panteísta que nos brinda Malick a través de su obra; que lo lleva a mostrarnos imágenes tan complejas y variadas como la creación de una supernova o el surgimiento de la vida a través de un dinosaurio en una playa; hasta traernos a la historia de una familia en Texas, del nacimiento de un niño, del pulso vital de lo cotidiano. Su único interés es el hombre, el concepto de vida y muerte, guiándonos a través del perdón como la única y definitiva prueba de amor pleno y definitivo, y como territorio final de redención y sosiego.

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